CAUSAS

COLUMNA

No hay futuro sin presente: las juventudes son ahora.

Por: Aracely Hérnandez. Coordinadora Caborca.

En el marco del Día de la Juventud, quiero compartir una pequeña parte del trabajo que realizamos con las y los jóvenes de la costa de Caborca, a través del programa «Mi viaje conmigo». Este programa está pensado como un espacio donde puedan descubrir quiénes son, identificar sus fortalezas y desarrollar habilidades para la vida, el liderazgo y el emprendimiento. Pero más allá del contenido, lo que realmente buscamos es que cada joven se reconozca como protagonista de su propia historia.

Durante este camino, me he encontrado con con un desafío recurrente: el escaso reconocimiento de habilidades por parte de las y los propios jóvenes. Muchas veces, se muestran inseguros o incluso avergonzados de hablar sobre lo que saben hacer o de expresar sus aspiraciones. Una gran parte comparte que, al vivir en los ejidos de la costa, perciben que sus oportunidades laborales están limitadas al trabajo en campos agrícolas o en la minería. Algunos sueñan con dedicarse a algo distinto, pero sienten que no pueden, que no es para ellos, o que van a decepcionar si no cumplen con esa frase tan pesada que a menudo escuchamos: “los jóvenes son el futuro”. Una frase que, aunque suena bien, muchas veces se convierte en una carga que paraliza más de lo que impulsa.

Este escenario refleja y evidencia una problemática profunda: durante mucho tiempo, se ha puesto sobre las juventudes una presión desmedida por alcanzar resultados, sin valorar el proceso individual de cada quien. Es como si se esperara que metan un gol desde la patada inicial, olvidando que ningún equipo gana el partido en el primer minuto, y que como equipo hay que pasar el balón, retroceder, leer la cancha, cometer errores, ajustar la estrategia y seguir jugando.

Por eso, cada sesión con las y los jóvenes se vuelve una oportunidad para recordarles que no tienen que hacerlo todo de inmediato, que no están solos en el juego, y que sí tienen con qué. Es un espacio para recordarles lo valiosos que son, no solo por lo que pueden llegar a ser en el futuro, sino por lo que ya son hoy y que su valor no se mide solo en goles, sino en el coraje de seguir jugando, incluso cuando el marcador no parece estar a su favor.

Porque al final, la vida no se trata solo de meter goles, sino de jugar con el corazón, confiar en tu equipo y disfrutar el partido. Y eso, para mí, es lo más valioso de trabajar con juventudes: ver cómo, poco a poco, comienzan a reconocer su talento, a levantar la cabeza y a jugar por sus sueños, sabiendo que sí pueden, y que ya están en la cancha.

Y si este fuera un partido, ellas y ellos ya están en la cancha, con el balón en los pies y listos para ser titulares del equipo de su propia vida.

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